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No soy poeta
No soy poeta
Ni escritor
Ni artista
No soy nada de lo que hago
Lo que hago es todo lo que soy
Yo no creo poesía
La poesía se crea a través de mí
Yo no escribo porque siento
Mis escritos son espontáneos
Cargados de sentimientos
Cargados de pasión
Simples emociones que les doy al terminar de escribir.
No me preguntes de dónde vienen
¿Una villa poética en un universo alterno?
¿Una fragmentación de personalidad?
La poesía simplemente habita en mí
Convive con mis sueños, miedos y metas
Conoce a mi madre, hermana y abuela
Es un ente que se alimenta de mí
Y escapa por mis dedos todas las noches antes de dormir
No comprendo su naturaleza
Es bella y dolorosa
Es una rosa que utiliza sus espinas y mi sangre como un lapicero de tinta roja
Se alimenta de mi locura
Crece gracias a mis aventuras
Y yo la dejo vivir
Es un trato entre ella y yo
Yo le doy de que alimentarse
Y ella drena todo lo que no me atrevo a decir.
- Jesús Blanco.
No soy poeta
Ni escritor
Ni artista
No soy nada de lo que hago
Lo que hago es todo lo que soy
Yo no creo poesía
La poesía se crea a través de mí
Yo no escribo porque siento
Mis escritos son espontáneos
Cargados de sentimientos
Cargados de pasión
Simples emociones que les doy al terminar de escribir.
No me preguntes de dónde vienen
¿Una villa poética en un universo alterno?
¿Una fragmentación de personalidad?
La poesía simplemente habita en mí
Convive con mis sueños, miedos y metas
Conoce a mi madre, hermana y abuela
Es un ente que se alimenta de mí
Y escapa por mis dedos todas las noches antes de dormir
No comprendo su naturaleza
Es bella y dolorosa
Es una rosa que utiliza sus espinas y mi sangre como un lapicero de tinta roja
Se alimenta de mi locura
Crece gracias a mis aventuras
Y yo la dejo vivir
Es un trato entre ella y yo
Yo le doy de que alimentarse
Y ella drena todo lo que no me atrevo a decir.
- Jesús Blanco.
Me dijiste que no sabías amar
Que no sabías quedarte
Que no deseabas seguir
Y cuando estuve por hablar me callaste con un beso
Ahogando mi débil adios
Mis esperanzas de dejarte ir
Pero ahí acabo todo
Para tí
Cortaste el hilo
El fino hilo que sostenía tu querer
Y el viento me conto cuando estabas lejos
Que en todo tu camino no miraste hacía atras
Ahogado entre tus labios mi adios se quedo
Me hiciste daño con lo que antes creía que era amor.
- Jesús Blanco.
Que no sabías quedarte
Que no deseabas seguir
Y cuando estuve por hablar me callaste con un beso
Ahogando mi débil adios
Mis esperanzas de dejarte ir
Pero ahí acabo todo
Para tí
Cortaste el hilo
El fino hilo que sostenía tu querer
Y el viento me conto cuando estabas lejos
Que en todo tu camino no miraste hacía atras
Ahogado entre tus labios mi adios se quedo
Me hiciste daño con lo que antes creía que era amor.
- Jesús Blanco.
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Carta de Manuela Saenz a su marido James Thorne (1823)
¡No, no, no más hombre, ¡por Dios! ¿Por qué me hace usted escribirle, faltando a mi resolución? Vamos, ¿qué adelanta usted sino hacerme pasar por el dolor de decirle mil veces no?
Señor: usted es excelente, es inimitable; jamás diré otra cosa sino lo que es usted. Pero, mi amigo, dejar a usted por el general Bolívar es algo; dejar a otro marido sin las cualidades de usted, sería nada.
¿Y usted cree que yo, después de ser la predilecta de este general por siete años, y con la seguridad de poseer su corazón, preferiría ser la mujer de otro, ni del Padre, ni del Hijo, ni del Espíritu Santo, o de la Santísima Trinidad?
Si algo siento es que no haya sido usted mejor para haberlo dejado. Yo sé muy bien que nada puede unirme a Bolívar bajo los auspicios de lo que usted llama honor. ¿Me cree usted menos honrada por ser él mi amante y no mi esposo? ¡Ah!, yo no vivo de las preocupaciones sociales, inventadas para atormentarse mutuamente.
Déjeme usted en paz, mi querido inglés. Hagamos otra cosa. En el cielo nos volveremos a casar, pero en la tierra no. ¿Cree usted malo este convenio? Entonces diría yo que usted es muy descontentadizo.
En la patria celestial pasaremos una vida angélica y toda espiritual (pues como hombre, usted es pesado); allá todo será a la inglesa, porque la vida monótona está reservada a su nación (en amores digo; pues en lo demás, ¿quienes más hábiles para el comercio y la marina?). El amor les acomoda sin placeres; la conversación, sin gracia, y el caminar, despacio; el saludar, con reverencia; el levantarse y sentarse, con cuidado; la chanza, sin risa. Todas estas son formalidades divinas; pero a mí, miserable mortal, que me río de mí misma, de usted y de todas las seriedades inglesas, ¡Qué mal me iría en el cielo! Tan malo como si me fuera a vivir en Inglaterra o Constantinopla, pues me deben estos lugares el concepto de tiranos con las mujeres, aunque no lo fuese usted conmigo, pero sí más celoso que un portugués. Eso no lo quiero. ¿No tengo buen gusto?
Basta de chanzas. Formalmente y sin reírme, y con toda la seriedad, verdad y pureza de una inglesa, digo que no me juntaré jamás con usted. Usted anglicano y yo atea, es el más fuerte impedimento religioso; el que estoy amando a otro, es el mayor y más fuerte. ¿No ve usted con qué formalidad pienso?
Siempre tuya,
Manuela.
¡No, no, no más hombre, ¡por Dios! ¿Por qué me hace usted escribirle, faltando a mi resolución? Vamos, ¿qué adelanta usted sino hacerme pasar por el dolor de decirle mil veces no?
Señor: usted es excelente, es inimitable; jamás diré otra cosa sino lo que es usted. Pero, mi amigo, dejar a usted por el general Bolívar es algo; dejar a otro marido sin las cualidades de usted, sería nada.
¿Y usted cree que yo, después de ser la predilecta de este general por siete años, y con la seguridad de poseer su corazón, preferiría ser la mujer de otro, ni del Padre, ni del Hijo, ni del Espíritu Santo, o de la Santísima Trinidad?
Si algo siento es que no haya sido usted mejor para haberlo dejado. Yo sé muy bien que nada puede unirme a Bolívar bajo los auspicios de lo que usted llama honor. ¿Me cree usted menos honrada por ser él mi amante y no mi esposo? ¡Ah!, yo no vivo de las preocupaciones sociales, inventadas para atormentarse mutuamente.
Déjeme usted en paz, mi querido inglés. Hagamos otra cosa. En el cielo nos volveremos a casar, pero en la tierra no. ¿Cree usted malo este convenio? Entonces diría yo que usted es muy descontentadizo.
En la patria celestial pasaremos una vida angélica y toda espiritual (pues como hombre, usted es pesado); allá todo será a la inglesa, porque la vida monótona está reservada a su nación (en amores digo; pues en lo demás, ¿quienes más hábiles para el comercio y la marina?). El amor les acomoda sin placeres; la conversación, sin gracia, y el caminar, despacio; el saludar, con reverencia; el levantarse y sentarse, con cuidado; la chanza, sin risa. Todas estas son formalidades divinas; pero a mí, miserable mortal, que me río de mí misma, de usted y de todas las seriedades inglesas, ¡Qué mal me iría en el cielo! Tan malo como si me fuera a vivir en Inglaterra o Constantinopla, pues me deben estos lugares el concepto de tiranos con las mujeres, aunque no lo fuese usted conmigo, pero sí más celoso que un portugués. Eso no lo quiero. ¿No tengo buen gusto?
Basta de chanzas. Formalmente y sin reírme, y con toda la seriedad, verdad y pureza de una inglesa, digo que no me juntaré jamás con usted. Usted anglicano y yo atea, es el más fuerte impedimento religioso; el que estoy amando a otro, es el mayor y más fuerte. ¿No ve usted con qué formalidad pienso?
Siempre tuya,
Manuela.
Soportar el peso de ser tú mismo muchas veces se vuelve una tarea ardua. Te conoces, sabés de lo que eres capaz y lo que quieres hacer, pero te ves perturbado por las visiones de tu alrededor, de tu familia y amigos, ya que ellos tienen su propia forma de ver tu mundo y lo que tú deseas y esperan que cumplas con lo que ellos ven, dándole un peso incalculable a acciones inexistentes, decepcionandose cuando no cumples con sus estandares.
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La poesía muchas veces nos muestra lo más hermoso del sufrimiento, por esa razón le guardo un profundo cariño, ya que me hace ver que en la historia de la humanidad han habido personas con corazones hechos trizas, mucho más de lo que yo podre experimentar pero que a pesar de esto cada uno ha tenido sentimientos únicos que convergen en un mismo espacio emocional el cual nos une a mí y a todos aquellos que han sido abatidos en el amor. Pudiendo empatizar e identificarse (uno, el ser humano ordinario) con los miles de versos hechos en el pasado, presente y los que vendran en el futuro. Creando una sensación de compañía reconfortante cuando te encuentras destruído emocionalmente. La poesía (para mí) no es más que un texto tallado con el corazón, no hay necesidad de que se entienda o de que este estrictamente bien estructurado, con tal se exprese y abrace al lector.
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Desperte en una ventana helada, frente a un gato en vigilia, no quise hacer sonido alguno al abrir la rendija. Un gato macho, blanco como la cal vigilaba mis movimientos, mis dedos no sabían que subían ni que el gato se estaba riendo, ¿Gato blanco de qué te ries? Deja que abra la ventana y escape de la sombra que me sige, gato macho te ves terrible, déjame curar tus heridas con mimbre. El umbral está tan cerca, a un paso y dejo a mis pesadillas desechas, pero el gato es terco, terco, no piensa dejar que escape y la sombra está más cerca. Gato blanco, encarnas la pureza, ¿Debo acaso dejar una ofrenda? Gato blanco, si no te mueves, seremos ofrenda de la oscura sombra que nos acecha.
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Que locurita,
La tortura que hoy atravieso,
O mi cuerpo,
Una daga traspasa mi pecho.
Una especial, de doble filo,
Atravesó mis pulmones,
Desgarro mis caprichos,
Daga minúscula, no me hagas daño,
Que hoy me espera en mi casa,
Mi amado gato.
Daga, que locurita,
Te veías tranquila en casa de tu amiga,
¡Daga...!, ¿Por qué te conocí?
Hoy desgarras mi cuerpo,
Con tu filo, con tu color carmesí.
Dagita, no confiaré más,
Ni en tu empuñadura,
Ni en tus brillos de diamante,
Daga loca, atravesaste mi alma, con tus filosos engaños, con tus rubis incrustados.
Que locurita daga,
¿Dónde deje tu estuche?
En mis pulmones no vas guardada,
Pero ahí te encuentras,
Atravesando mis entrañas.
La tortura que hoy atravieso,
O mi cuerpo,
Una daga traspasa mi pecho.
Una especial, de doble filo,
Atravesó mis pulmones,
Desgarro mis caprichos,
Daga minúscula, no me hagas daño,
Que hoy me espera en mi casa,
Mi amado gato.
Daga, que locurita,
Te veías tranquila en casa de tu amiga,
¡Daga...!, ¿Por qué te conocí?
Hoy desgarras mi cuerpo,
Con tu filo, con tu color carmesí.
Dagita, no confiaré más,
Ni en tu empuñadura,
Ni en tus brillos de diamante,
Daga loca, atravesaste mi alma, con tus filosos engaños, con tus rubis incrustados.
Que locurita daga,
¿Dónde deje tu estuche?
En mis pulmones no vas guardada,
Pero ahí te encuentras,
Atravesando mis entrañas.
Un Color sentado se encuentra esperando al tren, en una estación gris dracónico la cual lo observa con desdén, un Blanquesino insípido se sienta a su lado en la banqueta y lo mira de vaivén, un Color azul marino espera ansioso el tren, mientras el Blanquito curioso lo ve y lo ve.
— ¡Hola!
El Color pasa de azul a morado y de morado a enrojecer, en su vida jamás un color sin tonalidad había decidido hablarle como aquel.
— ¿Hola...?
Enrojecido a más no poder, por la vergüenza de no saber que responder, el Color de un amarillo incandescente rápidamente tapó su cara con un papel.
— ¡Soy Blanco! ¿Por qué te escondes de mi ser? No porque seas policromático yo te menospreciaré...
Rojo como una manzana, el Color murmuró un breve «gracias» y mientras el Blanco sonreía el Color de azul marino se teñía.
— Soy tu amigo y nada más, no te he venido a molestar, solo a acompañar.
— Gracias amigo Blanco y disculpa mi timidez, es que muy pocas veces un color acromático me dirige la palabra como usted.
Se atrevió a responder nuestro Azul calmado y Blanco sonrió otra vez.
— No seas tonto, soquete, ni mucho menos te dejes ofender, eres único en tu especie por eso te he venido a conocer.
Azul confundido lo miró de cabeza a pies aunque el pitido sordo de las vías del tren llamo su atención esta vez.
— ¿A qué se refiere usted, señor Blanco, con que me ha venido a conocer? — le preguntó mientras caminaba lentamente hacía las puertas del tren — y disculpe que no me quede, es que es este al que sentado tanto esperé.
Blanco lo miro y en su rostro se veía encantado, Azul se alejaba cada vez más por la estación atípica en donde se hallaban sentados.
— Azul, Azul, ¿Es que acaso no me ves? ¡Yo no soy acromático! Yo cree este mundo, y tú ¡De mi creación te has creado!
Y así nuestro Color paso de azul a verde y de verde a morado, mientras el vagón del tren dejaba a aquel color Blanco sentado, sonriente, imperturbado, pensando en cómo un color policromático pudo ser creado en su mundo lleno de grises tonos cabizbajos.
— Jesús Blanco.
— ¡Hola!
El Color pasa de azul a morado y de morado a enrojecer, en su vida jamás un color sin tonalidad había decidido hablarle como aquel.
— ¿Hola...?
Enrojecido a más no poder, por la vergüenza de no saber que responder, el Color de un amarillo incandescente rápidamente tapó su cara con un papel.
— ¡Soy Blanco! ¿Por qué te escondes de mi ser? No porque seas policromático yo te menospreciaré...
Rojo como una manzana, el Color murmuró un breve «gracias» y mientras el Blanco sonreía el Color de azul marino se teñía.
— Soy tu amigo y nada más, no te he venido a molestar, solo a acompañar.
— Gracias amigo Blanco y disculpa mi timidez, es que muy pocas veces un color acromático me dirige la palabra como usted.
Se atrevió a responder nuestro Azul calmado y Blanco sonrió otra vez.
— No seas tonto, soquete, ni mucho menos te dejes ofender, eres único en tu especie por eso te he venido a conocer.
Azul confundido lo miró de cabeza a pies aunque el pitido sordo de las vías del tren llamo su atención esta vez.
— ¿A qué se refiere usted, señor Blanco, con que me ha venido a conocer? — le preguntó mientras caminaba lentamente hacía las puertas del tren — y disculpe que no me quede, es que es este al que sentado tanto esperé.
Blanco lo miro y en su rostro se veía encantado, Azul se alejaba cada vez más por la estación atípica en donde se hallaban sentados.
— Azul, Azul, ¿Es que acaso no me ves? ¡Yo no soy acromático! Yo cree este mundo, y tú ¡De mi creación te has creado!
Y así nuestro Color paso de azul a verde y de verde a morado, mientras el vagón del tren dejaba a aquel color Blanco sentado, sonriente, imperturbado, pensando en cómo un color policromático pudo ser creado en su mundo lleno de grises tonos cabizbajos.
— Jesús Blanco.
Es el lugar donde habitan los trenes que se encuentra mi pasado, viajando entre estaciones, saludando a todo aquel que mi historia le hayan contado. Yo me pierdo entre vagones, no conozco las versiones que han creado, un día estás entre dulces y colores y en el otro la envidia y el horror te carcome. Bienvenido todo aquel que a mi tren ha llegado, tenga buen viaje por las historias más locas, tristes y desagradables. Solo recuerde darle al boton rojo gigante que te devuelve al presente, para que no creas que viejas estaciones aún habitan en mi mente.
— Jesús Blanco.
— Jesús Blanco.
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